¿Por qué leer buena literatura?

Marilyne Robinson, la escritora norteamericana ganadora del Premio Pulitzer del año 2005 con su novela Gilead, escribe en uno de sus ensayos: “Añoro la civilización y quiero que me la devuelvan”.

Muchos hemos tenido momentos similares de añoranza en los últimos años. Añoranza de un mundo rico en ideas y debates sobre lo que somos y hacemos, y lo que deberíamos ser y hacer. Desearíamos volver a creer en el “arte de vivir” como un acto de buena fe entre los seres humanos, y entender que el acto más crítico para avanzar en el pensamiento y la democracia es nuestra capacidad de interactuar y debatir entre nosotros.

De forma similar a la capa fértil de la tierra, esos pocos centímetros de materia orgánica que constituyen el nutriente de nuestro planeta, la civilización es frágil. Cuando se erosiona, cuesta regenerarla, y si se consigue es a costa del esfuerzo de varias generaciones.

¿Cómo nos reencontramos con la civilización y cómo evitamos que se escurra entre nuestros dedos esa tierra fértil para la convivencia, el diálogo y el conocimiento? En un mundo en el que vamos estrechando el foco del aprendizaje, en el que el experto es el rey, nos encontramos con un modelo de conocimiento en el que cada día sabemos más y más de menos y menos cosas. 

Los libros nos enseñan a comprender cosas de un modo mucho más profundo que otras formas fáciles de información. En la actualidad no se trata de tener más información. Más que nunca se trata de tener criterio, de saber elegir lo que es relevante. Hoy se trata de saber descartar la información superflua y de adquirir un buen conocimiento. El poeta T. S. Eliot (1888-1965) lo formuló magistralmente en estos versos:

“¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?”

Lo primero que es necesario después de una inundación, sea de la magnitud que sea, siempre es una simple cosa: agua potable. Nuestro mundo ha sido arrollado por el tsunami del Internet, por la sobreinformación. Para conservar el equilibrio, la salud, la armonía y la paz es necesaria, más que nunca, agua potable, agua filtrada, justo la necesaria, nada de más y, sobre todo, filtrada.

Leer cosas buenas y hacerlo bien es como beber agua potable en un mundo colmado de agua insalubre, desbordado por una inundación en la que sobreabunda (como es propio de una inundación) lo que en su mayoría es muy malo, por trivial, por falso, por engañoso. Leer buena literatura es disfrutar de algo sano, de algo sabio, de algo profundo, de algo bello, de algo verdadero.

Pero hay una segunda razón más hermosa, fina delicada y profunda: “Entre dos cirujanos igualmente competentes, procure que le opere el haya leído a Chéjov” como escribió Simon Leys (1935-2014). Si nos tiene que operar un cirujano, si es igual de bueno uno que otro, pero uno de los dos se emociona leyendo a Antón Chéjov (1860-1904), estaremos menos solos con este último en la mesa de operaciones. Quien haya leído y se haya conmovido con Chéjov (o con otro autor igual, aunque haya pocos a su nivel) tendrá una profundidad de mirada que le hará ser mejor persona y, por tanto, mejor cirujano. O mejor panadero, mejor padre, mejor músico, mejor hijo… Casi sin duda: mejor lo que sea. Porque habrá tocado la esencia de la pregunta, habrá rozado el matiz; habrá dudado y habrá sacado la mejor versión de sí mismo, debido a que la belleza y la verdad son necesarias, entre otras cosas, porque nos transforman.

Añadamos que hay que leer reposadamente, huyendo de la velocidad, tal como afirma Fernando Valverde en un artículo titulado “Los libros no tienen prisa”: “La reivindicación de la prisa no sirve para los libros; el libro exige tiempo lento, la vuelta al placer. Prisa y lectura no casan”. La lectura reposada aporta intensidad y profundidad, con lo que se crean las condiciones para alcanzar una cierta serenidad. Es tiempo de pararse y pensar, sentir, ser conscientes. Estar aquí y ahora. Menos es más, también en la lectura y en la información. Leemos –cuando leemos bien- cosas de mayor calidad y mejores. Y las mejores lecturas nos hacen mejores. O menos peores.

Leer buenos libros nos enseña a convivir con las contradicciones de la existencia, nos enseña los modos de lidiar con ellas sin padecer esquizofrenia.


Autor: Jordi NADAL
Título: Libroterapia. Leer es vida
Editorial: Plataforma Editorial, Barcelona, 2017
(pp. 15-24)