Santa María, Madre de Dios

1 de enero de 2018
(Ciclo B - Año par)






  • Invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré (Núm 6, 22-27)
  • Que Dios tenga piedad y nos bendiga (Sal 66)
  • Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (Gál 4, 4-7)
  • Encontraron a María y a José y al niño. Y a los ocho días, le pusieron por nombre Jesús (Lc 2, 16-21)
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Sagrada Familia

31 de diciembre de 2017
(Ciclo B - Año par)






  • Quien teme al Señor honrará a sus padres (Eclo 3, 2-6. 12-14)
  • Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos (Sal 127)
  • La vida de familia en el Señor (Col 3, 12-21)
  • El niño iba creciendo, lleno de sabiduría (Lc 2, 22-40)
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La pobreza y la caridad

Sí, la pobreza es un valor cristiano. El pobre es el que sabe que él solo no puede vivir. Necesita a Dios y a los demás para existir, desarrollarse y crecer. Los ricos, al contrario, no esperan nada de nadie. Pueden satisfacer sus necesidades sin recurrir ni a los demás ni a Dios. En este sentido, la riqueza puede conducir a una gran tristeza y a una auténtica soledad humana, o a una espantosa miseria espiritual. Si un hombre necesita de otro para comer y sanar, genera necesariamente una gran dilatación del corazón. Por eso los pobres están más cerca de Dios y viven entre ellos una gran solidaridad: obtienen de esta fuente divina la capacidad de permanecer atento al otro.

La Iglesia no debe combatir la pobreza, sino librar una batalla contra la miseria y, especialmente, contra la miseria material y espiritual. Es vital comprometerse para que todos los hombres tengan lo mínimo con que vivir. Desde los primeros tiempos de su historia, la Iglesia busca transformar los corazones para desplazar las fronteras de la miseria. La Gaudium et spes nos invita a luchar contra las miserias, no contra la pobreza: “El espíritu de pobreza y de caridad son gloria y testimonio de la Iglesia de Cristo”.

No tenemos derecho a confundir miseria y pobreza, porque haríamos mucho daño al Evangelio. Recordemos lo que nos ha dicho Cristo: “A los pobres los tendréis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis” (Jn 12, 8). Quienes quieren erradicar la pobreza hacen mentir al Hijo de Dios. Caen en el error y la mentira. El lenguaje de la ONU y de sus agencias, que quieren eliminar la pobreza confundiéndola con la miseria, no es el de la Iglesia de Cristo.

La miseria más profunda es no tener a Dios. Cor unum siempre intenta aportar ayuda material urgente, pero sin olvidar el consuelo de Dios. La caridad es servicio al hombre, y no se puede servir a la humanidad sin hablarle de Dios, pues muchas veces la raíz más profunda del sufrimiento humano es la ausencia de Dios.

Navidad - Misa del día

25 de diciembre de 2017
(Ciclo B - Año par)






  • Verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios (Is 52, 7-10)
  • Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios (Sal 97)
  • Dios nos ha hablado por el Hijo (Heb 1, 1-6)
  • El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1, 1-18)
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Navidad - Misa de medianoche

25 de diciembre de 2017
(Ciclo B - Año par)






  • Un hijo se nos ha dado (Is 9, 1-6)
  • Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor (Sal 95)
  • Se ha manifestado la gracia de Dios para todos los hombres (Tit 2, 11-14)
  • Hoy os ha nacido un Salvador (Lc 2, 1-14)
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La esperanza (Retiro de Adviento)

Catequesis parroquial nº 141

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 20 de diciembre de 2017

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IV Domingo de Adviento

24 de diciembre de 2017
(Ciclo B - Año par)






  • El reino de David se mantendrá siempre firme ante el Señor (2 Sam 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16)
  • Cantaré eternamente tus misericordias, Señor (Sal 88)
  • El misterio mantenido en secreto durante siglos eternos ha sido manifestado ahora (Rom 16, 25-27)
  • Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo (Lc 1, 26-38)
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El sacerdocio de la Nueva Alianza


Jesucristo es el único sacerdote y la única víctima sacrificial de la Nueva Alianza 

En el sacerdocio hay una doble mediación, descendente y ascendente, tal como escribe santo Tomás de Aquino: “El oficio propio del sacerdote es ser mediador entre Dios y el pueblo, pues por una parte trasmite al pueblo las cosas divinas… y por otra ofrece a Dios las oraciones del pueblo, por cuyos pecados satisface, en cierta manera, ante Dios”. Cristo, sacerdote de la nueva ley, ejerce de un modo perfecto la mediación descendente y ascendente.

El oficio de mediador consiste en reconciliar las partes entre las que existe una diferencia, o al menos en acercarlas una a otra. El mediador, para cumplir bien su oficio, ha de tener relaciones con las dos partes que se han de reconciliar o unir. Cristo es mediador en este sentido porque une a los hombres con Dios, los reconcilia con Él. No ejerce mediación en su naturaleza divina sino en cuanto hombre: es en cuanto hombre como Cristo une a los hombres con Dios. El Verbo encarnado es mediador en su humanidad, en cuanto que esta humanidad es la de una persona divina. La unión hipostática es el fundamento de esta mediación y de su perfección, pues gracias a esta unión hay en Cristo plenitud de gracia. En la unidad de su persona, es la unión viviente de Dios y del hombre.

Esta afirmación es una doctrina de fe, íntimamente relacionada con el texto de 1Tm 2,5: “No hay más que un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el cual se entregó a sí mismo para rescatarlos a todos”. Jesús, por su consubstancialidad con el Padre según la divinidad y por su identidad de naturaleza con nosotros, según la humanidad, tiene la posibilidad de desempeñar con plena efectividad la función esencial del sacerdocio, que consiste en establecer una mediación entre Dios y los hombres, garantizando la máxima eficacia a esta mediación.

A la oferta de animales y productos de la tierra, a los sacrificios de cosas materiales y a los sacrificios rituales, propios del sistema cultual del Antiguo Testamento, los sustituye Jesús, superándolos y dándoles cumplimiento, con la novedad, la originalidad y el carácter inconfundible de su ofrecimiento personal. Jesús, pues, no es una de tantas víctimas; es la víctima que supera y trasciende todas las demás; no es uno de tantos sacerdotes; es el único verdadero sacerdote.

III Domingo de Adviento

17 de diciembre de 2017
(Ciclo B - Año par)






  • Desbordo de gozo en el Señor (Is 61, 1-2a. 10-11)
  • Me alegro con mi Dios (Lc 1, 46-50. 53-54)
  • Que vuestro espíritu, alma y cuerpo se mantenga hasta la venida del Señor (1 Tes 5, 16-24)
  • En medio de vosotros hay uno que no conocéis (Jn 1, 6-8. 19-28)
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Oración por la Iglesia

Te damos gracias, oh Padre nuestro,
por la santa viña de David, tu servidor,
que nos diste a conocer
por medio de Jesús, tu Hijo.
¡Gloria a Ti por los siglos!

Te damos gracias, oh Padre nuestro,
por la vida y el conocimiento
que nos manifestaste
por medio de Jesús, tu Hijo.
¡Gloria a Ti por los siglos!

Así como este pan que rompemos,
en otro tiempo diseminado por las colinas,
ha sido reunido para no formar más que uno,
así reúne a tu Iglesia
desde los confines de la tierra
en la unidad de tu reino.
Porque tuya es la gloria y el poder
por Jesucristo eternamente.

Te damos gracias, oh Padre santo,
por tu santo Nombre,
que hiciste morar en nuestros corazones,
y por el conocimiento y la fe y la inmortalidad
que nos diste a conocer
por medio de Jesús, tu Hijo.
¡Gloria a Ti por los siglos!

Tú, Señor omnipotente
creaste todas las cosas por causa de tu Nombre
y diste a los hombres
comida y bebida para su disfrute.
Pero a nosotros nos has dado
una comida y bebida espiritual
para la vida eterna.

Ante todo te damos gracias
porque eres poderoso.
A Ti sea la gloria por los siglos.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia,
líbrala de todo mal,
hazla perfecta en tu amor,
y reúnela de los cuatro vientos,
santificada,
en el reino que Tú has preparado.
Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.

¡Maranatha!
¡Que venga el Señor!
¡Que pase este mundo!
Hosanna al Dios de David!
¡Ven Señor Jesús!

De la Didaché, s. II

II Domingo de Adviento

10 de diciembre de 2017
(Ciclo B - Año par)






  • Preparadle un camino al Señor (Is 40, 1-5. 9-11)
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación (Sal 84)
  • Esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva (2 Pe 3, 8-14)
  • Enderezad los senderos del Señor (Mc 1, 1-8)
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Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María

8 de diciembre de 2017
(Ciclo B - Año par)






  • Pongo hostilidad entre tu descendencia y la descendencia de la mujer (Gén 3, 9-15. 20)
  • Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas (Sal 97)
  • Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo (Ef 1, 3-6. 11-12)
  • Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo (Lc 1, 26-38)
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¿Por qué leer buena literatura?

Marilyne Robinson, la escritora norteamericana ganadora del Premio Pulitzer del año 2005 con su novela Gilead, escribe en uno de sus ensayos: “Añoro la civilización y quiero que me la devuelvan”.

Muchos hemos tenido momentos similares de añoranza en los últimos años. Añoranza de un mundo rico en ideas y debates sobre lo que somos y hacemos, y lo que deberíamos ser y hacer. Desearíamos volver a creer en el “arte de vivir” como un acto de buena fe entre los seres humanos, y entender que el acto más crítico para avanzar en el pensamiento y la democracia es nuestra capacidad de interactuar y debatir entre nosotros.

De forma similar a la capa fértil de la tierra, esos pocos centímetros de materia orgánica que constituyen el nutriente de nuestro planeta, la civilización es frágil. Cuando se erosiona, cuesta regenerarla, y si se consigue es a costa del esfuerzo de varias generaciones.

¿Cómo nos reencontramos con la civilización y cómo evitamos que se escurra entre nuestros dedos esa tierra fértil para la convivencia, el diálogo y el conocimiento? En un mundo en el que vamos estrechando el foco del aprendizaje, en el que el experto es el rey, nos encontramos con un modelo de conocimiento en el que cada día sabemos más y más de menos y menos cosas. 

Los libros nos enseñan a comprender cosas de un modo mucho más profundo que otras formas fáciles de información. En la actualidad no se trata de tener más información. Más que nunca se trata de tener criterio, de saber elegir lo que es relevante. Hoy se trata de saber descartar la información superflua y de adquirir un buen conocimiento. El poeta T. S. Eliot (1888-1965) lo formuló magistralmente en estos versos:

“¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?”

Lo primero que es necesario después de una inundación, sea de la magnitud que sea, siempre es una simple cosa: agua potable. Nuestro mundo ha sido arrollado por el tsunami del Internet, por la sobreinformación. Para conservar el equilibrio, la salud, la armonía y la paz es necesaria, más que nunca, agua potable, agua filtrada, justo la necesaria, nada de más y, sobre todo, filtrada.

Leer cosas buenas y hacerlo bien es como beber agua potable en un mundo colmado de agua insalubre, desbordado por una inundación en la que sobreabunda (como es propio de una inundación) lo que en su mayoría es muy malo, por trivial, por falso, por engañoso. Leer buena literatura es disfrutar de algo sano, de algo sabio, de algo profundo, de algo bello, de algo verdadero.

Pero hay una segunda razón más hermosa, fina delicada y profunda: “Entre dos cirujanos igualmente competentes, procure que le opere el haya leído a Chéjov” como escribió Simon Leys (1935-2014). Si nos tiene que operar un cirujano, si es igual de bueno uno que otro, pero uno de los dos se emociona leyendo a Antón Chéjov (1860-1904), estaremos menos solos con este último en la mesa de operaciones. Quien haya leído y se haya conmovido con Chéjov (o con otro autor igual, aunque haya pocos a su nivel) tendrá una profundidad de mirada que le hará ser mejor persona y, por tanto, mejor cirujano. O mejor panadero, mejor padre, mejor músico, mejor hijo… Casi sin duda: mejor lo que sea. Porque habrá tocado la esencia de la pregunta, habrá rozado el matiz; habrá dudado y habrá sacado la mejor versión de sí mismo, debido a que la belleza y la verdad son necesarias, entre otras cosas, porque nos transforman.

Añadamos que hay que leer reposadamente, huyendo de la velocidad, tal como afirma Fernando Valverde en un artículo titulado “Los libros no tienen prisa”: “La reivindicación de la prisa no sirve para los libros; el libro exige tiempo lento, la vuelta al placer. Prisa y lectura no casan”. La lectura reposada aporta intensidad y profundidad, con lo que se crean las condiciones para alcanzar una cierta serenidad. Es tiempo de pararse y pensar, sentir, ser conscientes. Estar aquí y ahora. Menos es más, también en la lectura y en la información. Leemos –cuando leemos bien- cosas de mayor calidad y mejores. Y las mejores lecturas nos hacen mejores. O menos peores.

Leer buenos libros nos enseña a convivir con las contradicciones de la existencia, nos enseña los modos de lidiar con ellas sin padecer esquizofrenia.


Autor: Jordi NADAL
Título: Libroterapia. Leer es vida
Editorial: Plataforma Editorial, Barcelona, 2017
(pp. 15-24)






I Domingo de Adviento

3 de diciembre de 2017
(Ciclo B - Año par)






  • ¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses! (Is 63, 16c-17. 19c; 64, 2b-7)
  • Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve (Sal 79)
  • Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo (1 Cor 1, 3-9)
  • Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa (Mc 13, 33-37)
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