XVII Domingo del Tiempo Ordinario

30 de julio de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Pediste para ti inteligencia (1 Re 3, 5. 7-12)
  • ¡Cuánto amo tu ley, Señor! (Sal 118)
  • Nos predestinó a reproducir la imagen de su Hijo (Rom 8, 28-30)
  • Vende todo lo que tiene y compra el campo (Mt 13, 44-52)
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Las tres virtudes

La virtud que más me gusta, dice Dios, es la esperanza.
La fe es algo que no me extraña,
que no tiene nada de raro.
Porque ¡brillo de tal manera en mi creación!

En el sol, en la luna y en las estrellas,
en todas mis criaturas.
En los astros del firmamento y en los peces del mar,
en las plantas y en los animales y en las bestias de la selva,
y en el hombre,
mi criatura.

(…)

La caridad, dice Dios, es algo que no me extraña en absoluto,
que no tiene nada de extraño.
Estas pobres criaturas son tan desdichadas que, a menos de tener un corazón de piedra ¿cómo no iban a tener caridad las unas con las otras?
¿Cómo no iban a tener caridad con sus hermanos?
¿Cómo no se iban a quitar el pan de la boca, el pan de cada día, para dárselo a los pobres niños que van de puerta en puerta?

XVI Domingo del Tiempo Ordinario

23 de julio de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Concedes el arrepentimiento a los pecadores (Sab 12, 13. 16-19)
  • Tú, Señor, eres bueno y clemente (Sal 85)
  • El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables (Rom 8, 26-27)
  • Dejadlos crecer juntos hasta la siega (Mt 13, 24-43)
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Nueve cosas que le gustan al Diablo

En este retiro queremos considerar, con la ayuda de Dios, nueve cosas que le agradan al Diablo y que están muy presentes en nuestro mundo, en nuestra sociedad. Señalarlas debe encender en cada uno de nosotros las correspondientes alarmas, para apartarnos de ellas y no entrar en el juego de nuestro Enemigo. 


EL PLAN DE DIOS Y EL PLAN DEL DIABLO SOBRE LAS CRIATURAS: COMUNIÓN FRENTE A ABSORCIÓN


Razona el Diablo por boca de C. S. Lewis: “Para nosotros (los demonios), un humano es, ante todo, un alimento, nuestra meta es absorber su voluntad en la nuestra, el aumento a su expensa de nuestra propia área de personalidad. Pero la obediencia que el Enemigo exige de los hombres es otra cuestión. Hay que encararse con el hecho de que toda la palabrería acerca de Su amor a los hombres, y de que Su servicio es la libertad perfecta, no es (como uno creería con gusto) mera propaganda, sino espantosa verdad. Él realmente quiere llenar el universo de un montón de odiosas réplicas de Sí mismo: criaturas cuya vida, a escala reducida, será cualitativamente como la Suya propia, no porque Él las haya absorbido, sino porque sus voluntades se pliegan libremente a la Suya. Nosotros queremos ganado que pueda finalmente convertirse en alimento; Él quiere siervos que finalmente puedan convertirse en hijos. Nosotros queremos sorber; Él quiere dar. Nosotros estamos vacíos y querríamos estar llenos; Él está lleno y rebosa. Nuestro objetivo de guerra es un mundo en el que Nuestros Padre de las Profundidades haya absorbido en su interior a todos los demás seres; el Enemigo desea un mundo lleno de seres unidos a Él, pero todavía distintos y libres frente a Él. En consecuencia, Dios no puede seducir. Sólo puede cortejar. Porque su innoble idea es comerse el pastel y conservarlo; las criaturas han de ser una sola cosa con Él, pero también ellas mismas; meramente cancelarlas, o asimilarlas, no le serviría”.

Lo demoníaco consistiría, pues, en una incapacidad total para la comunión, es decir, para entablar una relación en la que se respete la alteridad del otro y se entre en relación con él sin destruirlo, sin anularlo. El demonio no sabe o no quiere hacer esto, sino que lo que quiere es absorber al otro, destruyéndolo y convirtiéndolo en su propia sustancia, pero desapareciendo el otro en su alteridad. En consecuencia, todo lo que destruye al hombre le agrada al Diablo. Por ejemplo:


1) La libertad entendida sólo como negatividad, como capacidad de decir “no”


Para la mayoría de nuestros contemporáneos la libertad consiste en la posibilidad de decir “no” al bien que se le presenta al hombre. La libertad es entendida como el derecho a no obedecer, olvidando, en primer lugar, que la libertad no es un derecho sino un riesgo, un coraje que hay que correr continuamente, tanto en el terreno político como en el del espíritu.

XV Domingo del Tiempo Ordinario

16 de julio de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • La lluvia hace germinar la tierra (Is 55, 10-11)
  • La semilla cayó en tierra buena, y dio fruto (Sal 64)
  • La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios (Rom 8, 18-23)
  • Salió el sembrador a sembrar (Mt 13, 1-23)
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Fuego y luz












Fuego y luz que resplandeces
en el rostro de Cristo,
fuego cuya venida es palabra,
fuego cuyo silencio es luz,
fuego que instauras los corazones
en la acción de gracias,
ven, Espíritu Santo,
impregna nuestras almas de la dulzura de tu Amor.

Tú que reposas en Cristo,
Espíritu de inteligencia y sabiduría,
Espíritu de consejo y de fuerza,
Espíritu de ciencia y de temor,
ven, Espíritu Santo,
ilumina nuestras mentes con la luz de la Verdad.

Tú que escrutas las profundidades de Dios,
Tú que iluminas las tinieblas de nuestro corazón,
Tú que te unes a nuestro espíritu,
Tú por quien reflejamos el rostro del Señor,
ven, Espíritu Santo,
sacia con tu agua viva la sed de nuestro corazón.

XIV Domingo del Tiempo Ordinario

9 de julio de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Mira a tu rey que viene a ti pobre (Zac 9, 9-10)
  • Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey (Sal 144)
  • Si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis (Rom 8, 9. 11-13)
  • Soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 25-30)
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La muerte del abuelo

En primavera supimos que mi abuelo, el padre de mi madre, había caído gravemente enfermo y que sus días estaban contados. Mi abuelo recibió la amarga noticia en silencio. Su mirada circular se redondeó aún más. Por la noche le dijo a mi madre: “Esta separación que hay entre los vivos y los muertos es una separación imaginaria. El tránsito es más fácil de lo que nosotros suponemos. Se trata tan sólo de cambiar de lugar y pasar a un nivel más alto”. Al oír sus palabras mi madre se echó a llorar como una criatura.

Sus hábitos cotidianos no se vieron afectados en modo alguno. Por la mañana iba a rezar y a la vuelta comía algo y se sentaba en la terraza, lo que constituía para él una especie de preparación a la lectura diaria. A veces estudiaba el mismo libro durante muchos días y en otras ocasiones cambiaba, pero en su mesa no había nunca más de un libro. Cada cierto tiempo mi madre le llevaba una taza de té con limón. El abuelo le daba las gracias y le preguntaba algo, y mi madre se sentaba a su lado. Era evidente que quería a su hija y que le alegraba tenerla cerca.

Una vez al día yo entraba a verlo. Solía acariciarme la cabeza mientras me mostraba las letras de un libro que estaba leyendo y me contaba una pequeña historia o una parábola. Una vez me contó algo que no llegué a comprender. Él probablemente se dio cuenta de que no lo había captado y me dijo: “No importa, lo importante es amar esta mañana”. Tampoco entendí esta expresión y, a pesar de todo, ha permanecido grabada en mi memoria hasta el día de hoy como un enigma agradable. Era tan diferente de nosotros que a veces me parecía que no nos pertenecía, sino que había venido a visitarnos desde otros mundos.

En primavera seguía todavía en el pueblo donde habían nacido él, sus padres y los padres de sus padres. Al principio se negaba a abandonar su propiedad, pero cuando su enfermedad empeoró y requirió tratamientos en el hospital, aceptó venir a la ciudad. Mi madre le preparó una habitación y fue a buscarlo en el carruaje.