V Domingo de Cuaresma

2 de abril de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis (Ez 37, 12-14)
  • Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa (Sal 129)
  • El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros (Rom 8, 8-11)
  • Yo soy la resurrección y la vida (Jn 11, 1-45)
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Occidente: una sociedad sin esperanza y sin Dios

Creo que nuestra sociedad de hoy, considerando a Dios como metafísicamente innecesario y proponiendo un optimismo que no se sustenta en la realidad, está agravando aún más los problemas que la aquejan. Se difunde una forma de vida escéptica y hedonista, totalmente contraria a la naturaleza del hombre, que lo daña irremediablemente. Fijémonos en la resignación, actualmente tan extendida, y en la desesperanza de tantos al no poder encontrar un sentido a la vida. Si a ello sumamos el agnosticismo como propuesta común, es decir, la invitación a no buscar la verdad última de las cosas, el panorama es desolador, pues la desesperanza va siempre unida a la ofuscación de la verdad.

Estas formas de nihilismo del hombre de hoy están en el origen de su radical pérdida de dignidad. Le han convencido de que él mismo no es sino un momento más en la evolución de la materia, el resultado del juego a ciegas del desenvolvimiento de la naturaleza. Le ha persuadido de que la realidad entera es puro materialismo y pan-naturalismo. Benedicto XVI ha expresado la novedad de esta crisis al afirmar que el hombre de hoy rechaza haber sido generado, haber recibido una naturaleza y, con ello, se niega a aceptar que en el inicio de su vida hay un don. De aquí su pretensión de poner como fundamento de su existencia una autogeneración o, lo que es lo mismo, una capacidad absoluta de “reinventarse” y redefinirse a sí mismo.

IV Domingo de Cuaresma

26 de marzo de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • David es ungido rey de Israel (1 Sam 16, 1b. 6-7. 10-13a)
  • El Señor es mi pastor, nada me falta (Sal 22)
  • Levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará (Ef 5, 8-14)
  • Él fue, se lavó, y volvió con vista (Jn 9, 1-41)
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Misiones de los santos ángeles


LA UNIDAD ESPIRITUAL ENTRE ÁNGELES Y HOMBRES

Lo propio del hombre según la Biblia es ser el nexo entre la creación material (el cosmos) y esa otra dimensión de la creación divina que nos revela la Palabra de Dios: la creación invisible. Hay un vínculo misterioso y muy importante y profundo entre la creación espiritual -el mundo de los ángeles- y la creación material –nuestro universo.

En la Antigüedad y en las culturas primitivas el hombre tenía la percepción confusa, a menudo ingenua, a veces mágica, de una comunión profunda, a través de su cuerpo, entre él mismo y todo el mundo que le rodea, comunión hecha de armonías y de correlaciones. Esta convicción constituye el fondo común de todas las religiones naturales, en las que el cosmos material que el hombre habita es representado como gobernado y sostenido por un mundo espiritual que casi todas las culturas han llamado “cielo”.

Para la Escritura y para la Tradición de los Padres lo que nosotros llamamos el cosmos es como una franja de materia en los bordes del inmenso universo cualitativo que constituye la creación espiritual. El cosmos visible no es sino la parte emergente de un iceberg cuya inmensa masa permanece invisible. Nuestro universo visible está llevado por otra parte de la creación, en la que las perfecciones espirituales que aquí están impresas en la materia existen allí en una forma perfectamente espiritual.

Y lo mismo vale de las libertades. La Sagrada Escritura nos presenta siempre el pecado del ángel y la adopción del hombre como imbricadas la una en la otra. Porque para ella no existe una aventura espiritual de los ángeles que sería como un prefacio de la historia humana y después una aventura espiritual de los hombres que sería como su conclusión. Para la Escritura sólo hay una creación, un único designio creador, una única historia santa. La aventura espiritual de los ángeles y la de los hombres están inextricablemente vinculadas entre sí, para nuestra alegría y para nuestra tristeza; de hecho son la misma aventura; juntos, los ángeles y los hombres, hemos pecado. Y es en la salvación de Cristo donde los hombres nos podemos reintegrar en la familia de los primogénitos, es decir, de los ángeles que han aceptado desde el principio el designio amoroso de Dios sobre su creación.

La existencia de los ángeles nos permite percibir mejor la “insondable riqueza de Cristo” (Ef 3,8), para comprender mejor “en unión con todos los santos, cuál sea la anchura, la longitud, la altura y la profundidad” del “Misterio” o eterno designio del Padre (Ef 3,18). Y así constatamos que “Dios es mayor que nuestro corazón” y nos libera de las angosturas del racionalismo para llevarnos a la contemplación de estas “realidades invisibles” cuya existencia proclamamos en el Credo, y que nos recuerdan que la amplitud del designio divino va más allá de lo “humano”. Los Santos Padres, en los primeros siglos del cristianismo, tenían un sentido muy vivo de que la historia de la humanidad forma parte de una historia del espíritu mucho más amplia. La historia humana tiene una importancia limitada si la referimos a los espacios cósmicos. Sólo adquiere sus verdaderas dimensiones cuando comprendemos que la humanidad forma parte de un cosmos espiritual inmenso, compuesto por distintos mundos espirituales, entre los cuales nuestra Humanidad no representa más que un mundo determinado.

EL PAPEL DE LOS ÁNGELES EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Los ángeles y los hombres forman un solo y único universo, una pluralidad estructurada, ordenada, cuyos miembros, a través de su actuación, entretejen entre ellos múltiples vínculos interpersonales, que refuerzan su unidad. Todo lo que ocurre en el universo de los ángeles tiene repercusiones en el universo de los hombres, como también inversamente, aunque se trata de dos tipos asimétricos de influencia según la diferencia de dignidad ontológica entre los ángeles y los hombres. Jesucristo es la cabeza tanto de los hombres como de los ángeles, puesto que san Pablo afirma que él es “la Cabeza de todo Principado y de toda Potestad” (Col 2, 10). Tanto los ángeles como los hombres pertenecen a una sola y misma sociedad espiritual, a una sola y misma Iglesia; comulgan en una misma caridad y esperan comulgar en una misma felicidad eterna, tal como explica santo Tomás.

III Domingo de Cuaresma

19 de marzo de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Danos agua que beber (Éx 17, 3-7)
  • Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón" (Sal 94)
  • El amor ha sido derramado en nosotros por el Espíritu que se nos ha dado (Rom 5, 1-2. 5-8)
  • Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna (Jn 4, 5-42)
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El sacerdocio en la Nueva Alianza

Catequesis parroquial nº 138

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 9 de marzo de 2017

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El templo en la Nueva Alianza

Catequesis parroquial nº 137 

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 8 de marzo de 2017

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El culto de la Nueva Alianza: el culto en espíritu y en verdad

Catequesis parroquial nº 136

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 7 de marzo de 2017

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Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mi que soy un pobre pecador


Oh Jesús, en la riqueza de tu misericordia,
Tú llamaste a los publicanos y los pecadores, vuélvete ahora, de igual modo, hacia mí, 
que soy como ellos,
y acepta mi alabanza como el incienso de la tarde:

Jesús, fuerza invencible,
Jesús, ternura infinita,
Jesús, belleza radiante,
Jesús amor inefable,
Jesús, Hijo de Dios vivo,
Jesús, ten piedad de mí que soy un pecador,
Jesús, sácame de mi ignorancia,
Jesús, disipa mis tinieblas con tu luz,
Jesús, purifícame de todas mis faltas,
Jesús, como al hijo pródigo, condúceme a la casa paterna,

JESÚS, HIJO DE DIOS, TEN MISERICORDIA DE MÍ QUE SOY UN POBRE PECADOR.

El ciego escuchó tus pasos, Señor,
y se puso a gritar: “Hijo de David, ten piedad de mí”.
Tú lo llamaste y le devolviste la vista.
De igual modo, en tu ternura, Señor,
ilumina los ojos de mi corazón. También yo, suplicando, te digo:

Jesús, Creador de los ángeles,
Jesús, Redentor de los hombres,
Jesús, Vencedor del infierno,
Jesús, que has revestido de belleza a todas tus criaturas,
Jesús, reconforta mi alma,
Jesús, ilumina mi inteligencia,
Jesús, colma mi corazón de alegría,
Jesús, da la salud a mi cuerpo,
Jesús, Salvador mío, sálvame,
Jesús, Luz del mundo, ilumíname,
Jesús, de todo tormento, líbrame,

JESÚS, HIJO DE DIOS, TEN MISERICORDIA DE MÍ QUE SOY UN POBRE PECADOR.

Cuando viste a la viuda con el corazón partido,
tuviste piedad, Señor,
y resucitaste a su hijo que ya iban a enterrar.
También yo te suplico,
a Ti, amigo de los hombres,
que devuelvas el vigor a mi alma.

Jesús, Dios desde siempre y para siempre,
Jesús, Maestro muy paciente,
Jesús, Salvador lleno de compasión,
Jesús, inmensa bondad, guárdame,
Jesús, purifícame de mi pecado,
Jesús, aparta tu mirada de mi culpa,
Jesús libra mi corazón de toda mentira,
Jesús, en Ti espero, no me abandones,
Jesús, no me rechaces lejos de Ti,
Jesús, mi Creador, no me olvides,
Jesús, el único buen Pastor, cuida de mí,

JESÚS, HIJO DE DIOS, TEN MISERICORDIA DE MÍ QUE SOY UN POBRE PECADOR.

II Domingo de Cuaresma


12 de marzo de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios (Gén 12, 1-4a)
  • Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti (Sal 32)
  • Dios nos llama y nos ilumina (2 Tim 1, 8b-10)
  • Su rostro resplandecía como el sol (Mt 17, 1-9)
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Lo enrevesado del corazón del hombre


El corazón es lo más retorcido; no tiene arreglo:
¿Quién lo conoce?
(Jeremías 17,9)


(Miriam, la protagonista de la novela, perdió a su madre al nacer y fue educada por la segunda esposa de su padre, una mujer de gran hondura llamada Tsila. Ahora escribe desde Siberia, donde está prisionera de por vida, a su única hija, con el fin de narrarle su propia vida y que ella posea lo que Miriam nunca tuvo: el relato de la vida de su propia madre, de boca de ella. Aquí le cuenta cómo fue engendrada: en la primera y única experiencia sexual que tuvo con el marido de Beile, una hermana de su madre adoptiva Tsila. Al mismo tiempo reflexiona sobre lo difícil que es narrar con verdad la propia vida)

Mientras yo entré a la cocina a prepararme el té, él desapareció en el dormitorio. Cuando reapareció un rato después, llevaba las manos a la espalda.

“Tengo algo para ti”, dijo, y a continuación me mostró un diminuto pájaro azul tallado en madera. “Lo vi en el mercado y me recordó a ti”.

“¿Has comprado esto para mí?”.

Lo sujeté en la palma de mi mano. Encajaba perfectamente. Y estaba tan delicadamente esculpido… cada pluma definida, cada protuberancia de los músculos en un ligero relieve. Las minúsculas garras, sobre las yemas de mis dedos, se sentían ásperas y afiladas.

“¿Te gusta?”, preguntó. 

“Muchísimo”, dije, y él me besó.

Si el beso hubiese sido fuerte y brusco yo habría retrocedido, lo habría apartado de mí, pero fue suave, el roce de su bigote como una pluma contra mis labios, mi rostro, mi cuello.

“No tengas miedo”, susurró, sin dejar de rozarme levemente con la boca mientras sus manos comenzaban a desnudarme.

Todo sucedió muy rápido después de eso, pero no puedo pretender que no sentí ningún placer. Él continuó susurrándome un torrente de ternuras silenciosas, tan tranquilizadoras como el sonido del fluir del agua de un arroyo. Y había calor en sus manos. A medida que se desplazaban sobre las superficies de mi cuerpo, la sangre me brotaba bajo ellas, alzándose hacia la superficie de mi piel para encontrarse con su tacto. Él no me habría penetrado si yo lo hubiera rechazado. Eso lo creo hasta el día de hoy. Pero no lo rechacé, y el golpe de dolor que sentí al principio fue acompañado de un sentimiento afilado no del todo desagradable.

Cuando todo hubo terminado, él fue tan tierno como había sido al comienzo. Recorrió suavemente con sus dedos mis facciones, el largo caballete de mi nariz, la piel sensible de mis párpados, el borde de mis labios, el ancho trazo de mis mejillas, como si codificara mi rostro en la memoria de sus manos, su tacto en la memoria de mi piel. Y asombrada, contemplé como él lavaba de mis muslos nuestros fluidos mezclados. La sangre de mi cuerpo y el líquido blanco del suyo, como Tsila había explicado un día. Tu vida, aunque todavía no te reconocí.

* * *

Durante un mes he sido incapaz de añadir una sola palabra a estas páginas. No es la enfermedad lo que me lo impedía sino la desesperación. Yo había abrigado la esperanza, cuando comencé, de crear para ti lo que mi propia madre me había negado. Una comprensión de quién he sido yo, cómo he vivido, cómo llegaste a nacer. Una voz desde el silencio de la muerte. Sin embargo, al continuar llevando mi pluma al papel, día tras día, semana tras semana, en lo que he escrito sólo veo las lagunas, las distorsiones, la falsedad de intentar imponer una versión de la verdad a toda una vida.

He aquí, por ejemplo, varias versiones de un mismo momento, cada una tan verdadera y tan falsa como la siguiente: tu padre era infiel, pero de todos modos me enamoré de él. Yo no sentía amor por tu padre pero sus caricias me proporcionaban placer. Yo era una muchacha y tu padre violó mi inocencia. Sentí orgullo de robarle tu padre a Beile.

Demasiado tiempo he sentido sólo el fracaso de mi tarea, la imposibilidad de desentrañar el misterio de un solo corazón humano. Hoy, sin embargo, desperté con una sensación de gran excitación. Al fin, se me había ocurrido cómo llegar a ti. Pero cuando arrojé las primeras páginas a las llamas, Lydia cruzó corriendo la habitación para detenerme. “Tu vida está en esas páginas”, dijo. “No puedo permitirte destruirla. No lo permitiré”. 

Yo no estaba destruyéndola, por supuesto, sino poniéndola en libertad. Y desde que las primeras cartas volaron al aire, ya sentí en correspondencia un aligeramiento de mi propio espíritu.

Pero Lydia me suplicó, y yo cedí, después de obtener de ella la solemne promesa de que en el momento de mi muerte ella quemaría cada una de las páginas. Y sólo entonces las cartas que he escrito se verán finalmente desligadas de la estática ordenación que yo les he impuesto, libres para formar y reformar todas las verdades acerca de quién fui yo, de quién soy yo. Y entonces tú comprenderás. Si únicamente recuerdas alzar tus ojos para mirar.




Autora: Nancy RICHLER
Título: Preciosa es tu boca
Editorial: Tropismos, Salamanca, 2005
Pp. 344-345; 349-350





I Domingo de Cuaresma


5 de marzo de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Creación y pecado de los primeros padres (Gén 2, 7-9; 3, 1-7)
  • Misericordia, Señor, hemos pecado (Sal 50)
  • Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rom 5, 12-19)
  • Jesús ayuna cuarenta días y es tentado (Mt 4, 1-11)
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