XXVI Domingo del Tiempo Ordinario


2 de octubre de 2016
(Ciclo C - Año Par)






  • El justo vivirá por su fe (Hab 1, 2-3; 2, 2-4)
  • Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón" (Sal 94)
  • No te avergüences del testimonio de nuestro Señor (2 Tim 1, 6-8. 13-14)
  • ¡Si tuvierais fe...! (Lc 17, 5-10)
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Mortificación y oración

La mortificación y la oración son las dos alas de la paloma para volar hacia las santas moradas y tener reposo en Dios, lejos del comercio de los hombres.

Del mismo modo que los pájaros no podrían volar hacia lo alto con tan sólo un ala, igualmente nosotros debemos persuadirnos de que es imposible elevarnos hacia Dios con tan sólo la mortificación, sin la oración.

La mortificación sin la oración es una pena inútil: la oración sin la mortificación es una carne sin sal que se corrompe fácilmente. Es, pues, necesario dar a nuestra alma estas dos alas para que vuele hacia la corte celestial, donde pueda encontrar la saciedad del corazón en la conversación con Dios.

Santa Juana Francisca de Chantal

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario


25 de septiembre de 2016
(Ciclo C - Año Par)






  • Los disolutos encabezarán la cuerda de cautivos (Am 6, 1a. 4-7)
  • Alaba, alma mía, al Señor (Sal 145)
  • Guarda el mandamiento hasta la manifestación del Señor (1 Tim 6, 11-16)
  • Recibiste bienes y Lázaro males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces (Lc 16, 19-31)
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El Cenáculo

El jueves día 22 de septiembre, a las 20:45 horas, en el salón parroquial de San León Magno, un hombre joven que ha salido de la droga gracias a la comunidad cristiana -"El Cenáculo"-, fundada por la Madre Elvira (monja italiana), dará testimonio de la obra de Dios en él a través de esta comunidad.
Estáis todos invitados.

XXV Domingo del Tiempo Ordinario


18 de septiembre de 2016
(Ciclo C - Año Par)






  • Contra los que "compran por dinero al pobre" (Am 8, 4-7)
  • Alabad al Señor, que alza al pobre (Sal 112)
  • Que se hagan oraciones por todos los hombres a Dios, que quiere que todos se salven (1 Tim 2, 1-8)
  • No podéis servir a Dios y al dinero (Lc 16, 1-13)
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Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo


“HÁGASE TU VOLUNTAD”: UNA PETICIÓN PARADÓJICA

En cuanto nos acercamos a esta frase sentimos el misterio: el que la pronuncia ruega que pueda realizarse la voluntad de Dios, que, sin embargo, es todopoderosa, tal como proclama el salmo 33: “Pues él habló y así fue, él lo mandó y se hizo” (Sal 33, 9). ¿Para qué pedir, pues, que se haga? 

La voluntad de Dios no es un querer jurídico, es un flujo de vida que da la existencia y la renueva cuando se pierde. La voluntad de Dios es, en primer lugar, la creación, el universo, todo él constituido por los logoi, por las palabras subsistentes de Dios. es la voluntad todopoderosa y soberana que “dice” y “se hace”, como lo muestra el relato de la creación, donde se repite cada día “día” la expresión. “Dijo Dios” (Gn 1, 1-26).

Pero también, en segundo lugar, la voluntad de Dios es la historia de la salvación, el diálogo dramático de amor entre Dios y la humanidad a fin de que “todos los hombres se salven” (1Tm 2, 4), y aquí es donde se inserta esta petición. Para comprender, pues, el misterio de esta petición, tenemos que recordar y distinguir los dos órdenes de la voluntad de Dios: el orden de la necesidad y el de la libertad. 

a) El orden de la necesidad

En el orden de la necesidad, el contenido de la voluntad de Dios es, en primer lugar, que exista el mundo, que todo lo creado sea. El mundo es realización de la voluntad de Dios: todo ser finito existe en obediencia a la voluntad de Dios; todo ser finito es obediencia. Obediencia, cumplimiento de la voluntad de Dios son las cosas y hechos del mundo; pues Dios ha querido que fueran como son, y que se desarrollaran como ocurre. Las leyes según las cuales subsiste y actúa el universo son expresión de la voluntad de Dios.

Él ha querido también que haya vida; plantas, con la abundancia de sus formas, creciendo, floreciendo y dando frutos. Dios ha querido que haya seres que se mueven por un impulso interior y que habitan un mundo propio (ecosistema): los animales. Todos tienen en sí su imagen específica, según la cual se realizan y se comportan. Esas imágenes son expresión de la voluntad de Dios, y su realización es una obediencia que nunca puede romperse, porque con eso se rompería la vida misma.

b) El orden de la libertad

Pero al crear al hombre, Dios introdujo un orden nuevo: el orden de la libertad: “Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves del cielo, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la tierra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó” (Gn 1, 26-27). Así, según la voluntad de Dios, surgió un ser diferente del animal. Lleva en sí la posibilidad del animal, pero incorporada a un nuevo conjunto de sentido. El hombre no sólo se da cuenta de las cosas, sino que las comprende: su esencia y ordenaciones, causas e influjos, origen y objetivo, fin y sentido. El hombre actúa no por necesidad, como el animal, sino libremente; y la libertad, por su parte, significa que no está encerrado en la órbita de las causas y efectos, sino que él mismo puede tomar iniciativas y por sí.

Dios ha hecho algo inaudito: entregar el cumplimiento de su voluntad a la libertad del hombre. En tanto que su voluntad se expresa en las leyes naturales, debe ocurrir; éstas son las formas de la necesidad. En tanto que determina el crecimiento de las plantas y la vida de los animales, no puede permanecer inefectiva; también aquí rige la necesidad. Pero en cuanto que la voluntad de Dios se ha confiado a la libertad del hombre, ya no “debe” ocurrir necesariamente, sino que es sólo justo que ocurra; y el hombre incluso puede rechazarla. Esta petición del padrenuestro se refiere al orden de la libertad, al misterio de la gracia en su relación a la libertad humana. 

En el corazón de Jesús, del que se dijo que “sabía lo que hay en el hombre” (Jn 2,25), había preocupación de que el hombre rechazara cumplir la voluntad del Padre, como ya había ocurrido en el paraíso y tantas veces a lo largo de la historia santa. Y por eso el Señor nos mandó orar con esta petición, para que no se malogre la posibilidad -la gracia- que Dios nos concede, en y por Jesucristo, de acoger su Reino que con Él viene. Pues cuando hacemos libremente la voluntad del Padre, entonces su Reino se hace realidad en nuestra vida y, a través de nosotros, en este mundo.

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario


11 de septiembre de 2016
(Ciclo C - Año Par)






  • El Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado (Éx 32, 7-11. 13-14)
  • Me pondré en camino adonde está mi padre (Sal 50)
  • Cristo vino para salvar a los pecadores (1 Tim 1, 12-17)
  • Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta (Lc 15, 1-32)
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Líbrame

Líbrame, Jesús mío,
del deseo de ser amada,
del deseo de ser alabada,
del deseo de ser honrada,
del deseo de ser venerada,
del deseo de ser preferida,
del deseo de ser consultada,
del deseo de ser aprobada,
del deseo de ser popular,
del temor de ser humillada,
del temor de ser despreciada,
del temor de sufrir rechazos,
del temor de ser calumniada,
del temor de ser olvidada,
del temor de ser ofendida,
del temor de ser ridiculizada,
del temor de ser acusada.

Santa Teresa de Calcuta

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario


4 de septiembre de 2016
(Ciclo C - Año Par)






  • ¿Quién comprende lo que Dios quiere? (Sab 9, 13-18)
  • Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación (Sal 89)
  • Recíbelo, no como esclavo, sino como hermano querido (Flm 9b-10. 12-17)
  • El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío (Lc 14, 25-33)
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