XIV Domingo del Tiempo Ordinario


3 de julio de 2016
(Ciclo C - Año Par)






  • Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz (Is 66, 10-14c)
  • Aclamad al Señor, tierra entera (Sal 65)
  • Yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús (Gál 6, 14-18)
  • Descansará sobre ellos vuestra paz (Lc 10, 1-12. 17-20)
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La moderación

«En las cosas que se han de hacer, incluso en las piadosas, es indispensable la moderación para que los esfuerzos puedan durar, cosa que sería imposible si tales esfuerzos fueran excesivos. Y en los acontecimientos sería recomendable tener el corazón preparado para aceptar un lado u otro, o sea, el dichoso y el adverso, de buena gana, como de la mano de Dios»


(Sacado de una carta que escribió San Ignacio de Loyola a Girolamo Vignes medio año antes de morir)

San Pedro y San Pablo



En la Diócesis de Cartagena (Murcia), la solemnidad de San Pedro y San Pablo se celebra el último domingo del mes de junio.





25 de junio de 2016 - Vigilia de la solemnidad de San Pedro y San Pablo (Ciclo C - Año Par)
  • Te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, echa a andar (Hch 3, 1-10)
  • A toda la tierra alcanza su pregón (Sal 18)
  • Dios me escogió desde el seno de mi madre (Gál 1, 11-20)
  • Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas (Jn 21, 15-19)
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26 de junio de 2016 - Solemnidad de San Pedro y San Pablo (Ciclo C - Año Par)
  • Era verdad: el Señor me ha librado de las manos de Herodes (Hch 12, 1-11)
  • El Señor me libró de todas mis ansias (Sal 33)
  • Ahora me aguarda la corona merecida (2 Tim 4, 6-8. 17-18)
  • Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos (Mt 16, 13-19)
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Padre nuestro que estás en el cielo


INTRODUCCIÓN: “Padre”, una palabra culturalmente incorrecta

La primera palabra con la que el Señor nos ha enseñado a dirigirnos a Dios es la palabra “padre”. Sin embargo el sentido de esta palabra está muy adulterado en nuestra sociedad, marcada por la revuelta de mayo del 68, que fue una revuelta contra la figura del padre y todo lo que ella representa. En los muros de París se podía leer este eslogan: “Los enemigos de mi padre son mis amigos”. Desde mayo del 68 el hombre europeo contemporáneo se piensa a sí mismo como huérfano, sin raíces fuera del espacio-tiempo, como un descendiente del mono que camina hacia la nada. Se le ha dicho que la paternidad es “represiva” y que el padre es el enemigo de su libertad y él se lo ha creído. 

“Padre”, en cambio, quiere decir que nunca somos huérfanos, que nunca estamos perdidos, entregados a las fuerzas y a los condicionamientos de este mundo, sino que tenemos un recurso, que tenemos un origen fuera del espacio-tiempo; porque todo este universo, que empezó con el “big-bang”, es un universo que se produce en la palabra, el aliento y el amor del Padre. Y todo tiene una bondad y una belleza profunda, porque en la raíz de todo hay una paternidad infinitamente misericordiosa que todo lo anima. El hecho de que las cosas existan, de que participen del ser, nos remite al Padre; el hecho de que podamos comprenderlas, de que posean una estructura prodigiosa que nuestra inteligencia puede captar, nos remite al Hijo que es la Palabra eterna del Padre, anterior a todo lo creado (Jn 1,1); y el hecho de que sean bellas, de que estén insertas en un orden dinámico y que tiendan hacia su plenitud, nos remite al Espíritu Santo vivificante. Por eso, con toda razón, el Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “La primera palabra de la Oración del Señor es una bendición de adoración, antes de ser una imploración. Porque la Gloria de Dios es que nosotros le reconozcamos como “Padre”, Dios verdadero” (2781).

Sin embargo, dada la situación cultural (‘antipaterna’) en la que nos encontramos, el Catecismo afirma: «Antes de hacer nuestra esta primera exclamación de la Oración del Señor, conviene purificar humildemente nuestro corazón de ciertas imágenes falsas de “este mundo” (…) La purificación del corazón concierne a imágenes paternales o maternales, correspondientes a nuestra historia personal y cultural, que impregnan nuestra relación con Dios. Dios nuestro Padre trasciende las categorías del mundo creado. Transferir a él, o contra él, nuestras ideas en este campo sería fabricar ídolos para adorar o demoler. Orar al Padre es entrar en su misterio, tal como Él es, y tal como el Hijo nos lo ha revelado: “La expresión Dios Padre no había sido revelada jamás. Cuando Moisés preguntó a Dios quién era Él, oyó otro nombre” (Tertuliano) » (2779).

La NOVEDAD de llamar a Dios “Padre”

Romano Guardini insiste en que el pensamiento religioso anterior al cristianismo conocía experiencias de la “paternidad” divina, como poder benéfico y protector que, desde lo alto, envuelve la vida de los hombres. Pero que, cuando Cristo nos manda llamar “Padre” a Dios no está pensando en nada de esto, sino que este nombre es revelación de un misterio del que, hasta ese momento, no había ningún presentimiento: “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiere revelárselo” (Mt 11,27); “Nadie viene al Padre sino por mí” (Jn 14,6). Así, pues, el Padre a quien él se refiere, está oculto por naturaleza. Podemos decir incluso que él es en sí el Dios desconocido, que sólo se manifiesta por esa revelación. “A Dios nadie le ha visto: el único Hijo, que está en el seno del Padre, es quien nos lo ha manifestado” (Jn 1,18).

La paternidad de Dios que Cristo nos revela no tiene nada que ver con la religión natural ni con ningún fenómeno de este mundo. Aquí se ve el fondo de la fe cristiana, la revelación de la vida interior de Dios: que él tiene en sí mismo el misterio de la fecundidad, en su existencia eterna y sagrada; que en él hay compañía, y que en la eterna comprensión entre Padre e Hijo tiene lugar el diálogo divino. Y a esa comprensión, al amor que allí reina, alude en su esencia los discursos de despedida cuando lo designan como “el Espíritu Santo” (Jn 14,26; 16,7.13). Esto es en la eternidad, independientemente de todo lo que se llama “mundo”. “No es una paternidad que surja del mundo, sino el Dios de quien nadie sabe; sólo su Hijo, Jesucristo, nos le ha manifestado”. 

XII Domingo del Tiempo Ordinario


19 de junio de 2016
(Ciclo C - Año Par)






  • Mirarán al que atravesaron (Zac 12, 10-11; 13,1)
  • Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío (Sal 62)
  • Los que habéis sido bautizados os habéis revestido de Cristo (Gál 3, 26-29)
  • Tú eres el Mesías de Dios. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho (Lc 9, 18-24)
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Tomad Señor y Recibid


Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad,. 
Mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad.
Todo mi haber 
y mi poseer.
Vos me lo disteis,
a Vos, Señor, lo torno.
Todo es vuestro;
disponed a vuestra voluntad. 
Dadme vuestro amor y gracia.
Esto me basta.

(San Ignacio de Loyola)
(1491-1556)

XI Domingo del Tiempo Ordinario


12 de junio de 2016
(Ciclo C - Año Par)






  • El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás (2 Sam 12, 7-10. 13)
  • Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado (Sal 31)
  • Vivo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí (Gál 2, 16. 19-21)
  • Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor (Lc 7, 36-8, 3)
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Ofrecerse

La enfermera había bajado a cenar. Como la pequeña tuvo un horrible ataque de tos, Hans entró en la habitación, procedente del dormitorio de Paul, y abrazó a Synne, mientras empujaba cariñosamente a su hermano hacia un lado, convencido de que tenía mejores manos que el padre para calmar a la niña. Synne se quejaba de un modo tranquilo y desgarrador. 

Hans volvió a colocar a la pequeña sobre la almohada. Al resplandor de la débil luz carmesí, el rostro de la niña se veía enrojecido, atormentado e inflamado. Los ojos se le salían de las órbitas y ofrecían una expresión opaca provocada por el exceso de tos.

- Tío Hans -murmuró la niña con su voz apagada de enferma-, ¿crees que me moriré?

- ¡Qué va! Es mayor el dolor que el peligro, Synne. No debes pensar en tales cosas –añadió bruscamente.

- Sí debo, pues me he decidido a ofrecerme a Jesús. Estoy dispuesta a morir por Él. Como una ofrenda.

- Lo que tienes que hacer es no hablar tanto. ¡Una ofrenda! ¿Crees que Dios puede querer una cosa así? Lo que quiere es que te pongas buena. Está bien claro.

- Si no esperara de los niños otra cosa que verles crecer, no dejaría morir a tantos. Le complace que nosotros nos ofrezcamos por propia voluntad.

-¡Chist! ¡A callar! No hables tanto. ¿Es que no puedes decirle que se deje de todas estas historias, Paul?

- ¿No es cierto, padre? –instó la pequeña, metiendo su ardiente mano, humedecida y blanda por la enfermedad, debajo de la del padre. Aquel cambio de su manecita firme y seca estremeció súbitamente a Paul como si fuera el principio de algún acontecimiento incomprensible.

La pequeña levantó el brazo, se lo pasó por el cuello y lo atrajo hacia sí. Por debajo del cubrecama se desprendía del cuerpecito un calor cálido y húmedo. El aliento de la enferma tenía un olor singular que de pronto le recordó a Paul el horror de la tumba.

- No puedo decirte de qué se trata, padre –le susurró ella muy junto al oído-. Pero ya lo verás cuando me haya muerto. Se trata de algo que quiero obtener, ¿comprendes? En beneficio de un alma…

Paul experimentó de repente la sensación de que algo se abría en su interior: una grieta en la que caía impotente su propio yo después de un infructuoso intento de encontrar apoyo. La niña le arrastraba hacia algo desconocido, del todo sobrenatural. Un misterio que hasta entonces sólo había visto desde fuera se abrió para devorarle. Aunque se estremecía de horror, sintió, no obstante, que estaba por completo en poder del otro mundo.

-Debes hacerlo, padre. Debes ofrecerte.

Paul se arrodilló junto a la cama, y con el rostro apretado en el costado de Synne, estuvo escuchando la entorpecida respiración de su pecho.

- No puedo, Synne –murmuró rápidamente, reteniendo el aliento por el dolor que sentía.

- Tienes que poder –su voz sonaba estremecida e impetuosa-. Debes hacerlo. Yo lo he hecho ya, ¿sabes? Empecé hace varios días. Has de ayudarme. Di: “Dios mío, te la ofrezco en sacrificio…”.

Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso (Lc 6, 36)

Catequesis parroquial nº 133

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 1 de junio de 2016

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X Domingo del Tiempo Ordinario


5 de junio de 2016
(Ciclo C - Año Par)






  • Mira, tu hijo está vivo (1 Re 17, 17-24)
  • Te ensalzaré, Señor, porque me has librado (Sal 29)
  • Reveló a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles (Gál 1, 11-19)
  • ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! (Lc 7, 11-17)
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